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Los orígenes de Cala se remontan a tiempos muy antiguos. Existió desde el tiempo de los romanos, la colonización humana más importante que recuerda la memoria histórica y arqueológica de una comunidad cargada de matices ancestrales y culturales, quienes la fundaron con el nombre que ahora conocemos. El primer nombre fue el de “Restituta Llulia”. Se cuenta por expertos que en la ermita de Nuestra Señora de Cala esta la lápida con este nombre de origen céltico. Respecto a la etimología de sus nombres debe saberse que la palabra Callentun, de donde se deriva Calla o Cala, es greco-latina y significa "Hermosa", terminación femenina del adjetivo griego, transferido al latín con sus mismas letras. Es un nombre que bien puede aplicarse a esta villa dada su situación tipográfica y por la esbelta y gallardía fortaleza árabe que, en su altura domina el paisaje.

Los godos, en la época en la que ocuparon sus tierras, se afanaron en la conservación de la villa, siendo los árabes quienes, además de conservarla, la hermosearon con un fuerte castillo en el siglo XII situado en su altura. Finalmente la reconquistó Fernando III "El Santo", de 1246 a 1248.

En el repartimiento de Fernando III, realizado por su hijo Alfonso X " El Sabio", se adjudicó su señorío a la ciudad de Sevilla, concediéndole sus mismos fueros y privilegios. Desde entonces, se inició una importante repoblación de inmigrantes procedentes de tierras de León.

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Cala ya se había hecho famosa en la época de dominación romana por los ladrillos que se fabricaban en ella, diferentes de los demás que se conocen.  Vertrubio, que vivió antes de Cristo y escribió su famosa obra "Arquitectura en Roma" y Después Plino en su "Historia Natural", destacaban ambos los ladrillos de Cala, porque secos y sin cocerse no se sumergían en el agua y eran muy ligeros para no oprimir con su peso la fábrica de los edificios y por su materia esponjosa y dura, semejante a la piedra pómez, eran refractarios a la humedad.

Su tierra, desde tiempos antiguos, fue conocida por su riqueza y fertilidad en sus producciones de granos, aceite, vino, aguardientes, pastos y ganados. Así mismo, por su industria ha sido también nombrada en otros tiempos, señalándose particularmente en el siglo XVI, por la elaboración de excelentes vidrios, de los cuales se hace mención en aquella época por distinguidos escritores.

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La Mina de Cala fue explotada primeramente por una compañía portuguesa, a la que siguió otra empresa inglesa. Finalmente, desde 1901, será una compañía de empresarios vizcaínos quienes constituirán la “Sociedad Anónima Minas de Cala”. Es el momento en que se construye, entre 1902 y 1904, el ferrocarril minero, de vía estrecha, desde este yacimiento al embarcadero de San Juan de Aznalfarache, en la provincia de Sevilla. Con 98 kms. de recorrido, tenía diferentes ramales ferroviarios en sus inicios. Servía no sólo para el tráfico de minerales, sino también para el de viajeros y otras mercancías. El servicio de viajeros sería interrumpido en 1936 y el de mercancías, a finales de los años 50.

En la década de los 60 la explotación de estas minas fue adquirida por la compañía “Minera del Andévalo”, hasta llegar a los años 80 con la consiguiente crisis del precio del hierro y la elevación de los costes en la extracción y el transporte del mineral. Ello obligará, para evitar su cierre definitivo, a que fueran adquiridas finalmente, en 1983, por el Instituto Nacional de Industria a través de Presur.

Otras minas como la Sultana, que inicia la explotación en 1903 ha quedado inactiva desde hace más de 60 años, habiendo contado con una importante riqueza en cobre y oro.

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A raíz de la implantación del régimen liberal en España hacia 1812 y al formarse la provincia de Huelva, Cala deja de pertenecer a Sevilla y pasa a pertenecer a la actual provincia, asignándola al Partido Judicial de Aracena.

 

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